Una fe atrevida

Escrito el 31/01/2020
Ps. Gustavo Muñoz


Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Hebreos 11:1.


Dios obra de maneras que el ser humano no puede entender e incluso, imaginar. Es por eso que usted necesita tanta fe como sea posible, si es que anhela caminar con Dios.  

Su fe puede ser obstaculizada por sus propios razonamientos, pero también por su temor a lo nuevo y desconocido. Pero entienda algo: lo milagroso de la fe, es que le permitirá sentirse confiado, aún en las circunstancias más extrañas y/o adversas.  

La fe, actúa como un combustible que activa el motor de su persistencia. Amado lector, por eso debo decirle: no se rinda, al contrario, trabaje aun cuando las voces necias le dicen: “es tiempo de renunciar”.

Todo aquel que tiene un sueño, debe aprender a alimentarse de las críticas y de las palabras de desánimo. Recuerde a Noé (Hebreos 11:7). La gente lo trataba de loco por obedecer a Dios con tanta fe, pero pasados cuarenta días y cuarenta noches, el mundo entero hubiera querido estar los zapatos de Noé y su familia.  

La fe que no arriesga nada, no es fe. ¿Se puede imaginar a Abraham, saliendo del lugar donde había crecido, y caminando hacia una tierra desconocida (Gén. 12:1)? Así es Dios. A veces no admite preguntas, simplemente nos dice hacia donde debemos caminar y espera que lo hagamos.

Abraham obedientemente caminó hacia la tierra que desconocía, pero fue guardado, cuidado y prosperado por Dios. La fe es como “una mano” que nos empuja a un abismo cuya altura o fondo desconocemos, pero que a su vez, nos asegura que nuestro Dios no improvisa y que tiene total control de nuestras vidas (Heb. 11:8).

Ahora bien, usted puede tener toda la fe que quisiera, pero si no hace nada con ella, su fe perderá toda validez. Su tiempo de obrar ha llegado.

El cristiano suele detenerse en el plano de las intenciones diciendo cosas como: “esto es lo que quiero hacer”, o, “si Dios me diera la oportunidad”.

Las intenciones sin acciones son simples e inofensivas ilusiones. Usted debe poner en acción todas y cada una de sus convicciones.

Cuando Moisés intentó pedir la ayuda de Dios frente al mar Rojo, Dios le dio una respuesta sencilla pero profunda: ¡camina! Recuérdelo hoy: Pero el Señor le dijo a Moisés: «¿Por qué clamas a mí? ¡Ordena a los israelitas que se pongan en marcha! Y tú, levanta tu vara, extiende tu brazo sobre el mar y divide las aguas, para que los israelitas lo crucen sobre terreno seco (Éxodo 14:15).

Amado lector, a veces, mientras usted está esperando una señal divina, Dios sigue aguardando por una acción humana valerosa.

Si usted cree, ¿entonces qué espera?

¡Maravilloso día!