Un corazón justo.

Escrito el 28/04/2021
Ps. Gustavo A. Muñoz L.


Pues tú bendices a los justos, oh Señor; los rodeas con tu escudo de amorSalmo 5:12.


Si en el reino de Dios hubiera favoritos, serían, en todo caso, los justos. Lo cierto es que no hay quienes gocen de un mayor favor, que aquellos que viven en integridad.

Esta justicia de la que habla David, no es aquella que se impone en los estrados judiciales, sino aquella que envuelve los corazones que aman hacer el bien.

Un hombre justo elige una larga espera, antes que acceder a los atajos de la inmoralidad. Los justos prefieren el anonimato bajo la condición de la verdad, que el renombre injustamente alcanzado.

Los justos aman las sendas derechas, pero aborrecen los platos que expiden el olor de la maldad. Jamás comerían de ellos, aunque luzcan gratamente gustosos.

Amado lector, Dios no abandonará a los justos. Él ha prometido bendecirlos. Anhelar y esforzarse en el poder del Espíritu Santo para mantener un corazón recto y limpio, debe ser una constante prioridad en su vida.

No pierda la esperanza. Aquel que hace lo correcto experimentará aflicciones, pero créame, de todas ellas lo librará el Señor, quien ha prometido además, rodearlo con el escudo de su amor.

¿Qué puede ser mejor que el favor de Dios? Nada puede reemplazar esa abundante medida de amor y el cuidado de nuestro buen Señor.

No tema. Su tarea es confiar en Dios y ofrecerle su propia vida para que, por su Espíritu Santo, llegue a ser cada día más parecido a Jesús: justo, recto e integro.

¿Pudiera hoy dedicar sus tiempos de oración para pedir al Señor que lo transforme en una persona justa? Justa en su casa, en su trabajo, en la intimidad de su habitación y en las calles de su ciudad.

Hoy lo desafío a redirigir su vitalidad espiritual para rendirse al Señor y pedirle como su más valioso regalo, un corazón conforme al de su Maestro. 

Ahora bien, debo alertarlo sobre la sublevación de su corazón. Un justo podría dejar de serlo, si permite que su corazón se jacte de su estilo de vida. Un justo que se envanece y exalta a sí mismo, es igual a un impío.

Si somos justos, lo somos de acuerdo a la gracia de Dios y no como resultado de un mérito personal.

Dios nos declare justos. Bendecido día.