Porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. 1 Timoteo 6:7
Creo que vale la pena esforzarse y trabajar por nuestros sueños. Es parte de la vida. Aspiramos cumplir metas y tener éxito. Es normal. Nos levantamos muy temprano en la mañana para ir al trabajo o a la universidad. Lo hacemos porque, naturalmente, queremos obtener cosas. No me refiero solamente a cosas materiales, pienso también en la satisfacción que nos da la superación personal.
Sin embargo, cuando el sentido de nuestra vida se reduce tan solo a obtener cosas o, a construir pequeños reinos en esta tierra, olvidando que nada podremos llevarnos cuando Dios nos llame a su presencia, nos encontraremos en el centro del absurdo ciclo de la vanidad y la pobreza del alma.
Amado lector, no pierda de vista lo que verdaderamente importante de la vida. Usted tiene derechos a tener sus autos, a vivir en una buena casa, a viajar y conocer lugares, a tener una próspera empresa, pero el consejo de la palabra es: no olvide que cuando muera, no se podrá llevar nada.
Dicho de otro modo, disfrute lo que tiene, pero no permita que ninguno de sus bienes nuble su razón. Nunca permita que sus posesiones estén por encima de su compromiso cristiano y de su voluntad para obedecer a Dios.
No arriesgue la paz y el futuro de su hogar por un bien material.
El consejo del gran apóstol Pablo es: lo que usted gane o construya en la tierra, se quedará en la tierra. Por lo tanto, viva con la perspectiva correcta. No olvide el valor de la vida eterna. No descuide la salvación de su alma.
No ame las riquezas o las posesiones, sírvase de ellas y asegúrese de que podrán quedar en buenas manos cuando usted falte.
Amado lector, no es un pecado tener cosas, pecado es hacer de ellas un ídolo.
La tierra tiene un inventario perfecto, y créame, usted no podrá llevarse absolutamente nada de ella.
Evite a toda costa ser un preso de la codicia y el amor a las riquezas. Úselas para su bien y para el bien de los demás y le aseguro que tendrá paz.
Bendecido día.