No está aquí, pues ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor. Mateo 28:6.
Muchos falsos profetas vinieron antes de Jesús haciéndose llamar a sí mismos “mesías”. Tenían apariencia de sabios y todos hicieron obras distintivas entre los pueblos del medio oriente.
La gente de su época los siguió y creyó en ellos. Erróneamente fueron adorados y algunos de sus dichos fueron inmortalizados.
A pesar de su carisma y de la aceptación de muchos incautos, me pregunto: ¿Quién de ellos resucitó?
La respuesta es simple: ninguno.
Solo Cristo fue a la cruz, murió y resucitó venciendo el poder de la muerte. ¡Jesús, el Cristo, resucitó!
Amado hermano, la más segura y custodiada tumba no pudo contener al gran Rey. Tal cual los profetas habían profetizado, Él se levantó victorioso.
Si creemos en su resurrección, debemos creer también que Cristo venció a los más poderosos enemigos de la humanidad.
Venció el poder del pecado y venció al último enemigo, la muerte. Nada pudo enseñorearse de Él, por tanto, nada podrá enseñorearse de usted si en verdad cree y tiene la vida de Dios en su interior.
Usted ha creído en el Señor Todopoderoso, por tanto, recupere la esperanza. Él es invencible, es eterno. Su vida no tiene fin, tampoco su amor por usted.
¡Alégrese hoy! La tumba está vacía. Cristo ascendió a los cielos y desde allí intercede por su alma, por su bienestar.
Piense por un momento en el estado emocional en que se encontraban sus discípulos al saber que su maestro estaba al interior de una tumba.
Eran muchas las emociones (en su mayoría negativas) que interceptaban sus corazones.
Pero una vez supieron por boca de testigos que Cristo se había levantado de la muerte y pudieron verlo con sus propios ojos, no solo recuperaron el ánimo, sino también la esperanza.
El silencio terminó, la agonía también tuvo su fin. Es eso exactamente lo que debería producir en usted el recordar que Cristo vive.
Gócese hoy y disfrute su fe cada día de su vida. El milagro más glorioso ocurrió ante los ojos de muchos testigos, hoy también podría ocurrir el suyo.
Amado lector, resucite con Jesús. Resucite al amor, a la fe y a la confianza.
Ponga su deteriorado matrimonio ante Aquel que da vida. Presente su vida espiritual y si estuviera por languidecer, entonces pídale al Señor que resucite ese amor que se extingue y agoniza.
Salga de la tumba. No se entregue a la muerte. Quizá usted hoy necesita el poder sobrenatural de Dios para levantarse. Tal vez esté luchando con el desánimo o la desesperanza.
Vamos, póngase en pie y luego asegúrese de caer de rodillas ante Dios. Él lo fortalecerá y lo llenará de un fresco aliento.
Esta promesa es para usted: Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.
¡Viva! Jesús venció la muerte.
Feliz domingo.