Bueno me es haber sido humillado, para que aprenda tus estatutos. Salmos 119:71.
La única manera en que usted podrá entender lo que voy a explicarle a continuación, será permitiendo que el Espíritu Santo dirija sus sentidos y abra su entendimiento.
La humillación es necesaria y está incluida en el proceso de formación de su carácter. Esta es la única humillación que en verdad valdrá la pena.
El fruto del olivo, debe ser sometido a una exagerada presión para que este pueda liberar hasta la última gota de aceite.
Lo mismo hará Dios con usted. Él lo someterá amorosamente a una intensa presión con el propósito de extraer de usted hasta la última gota de su mejor aceite. Así mismo, para descartar el inútil bagazo.
Hay procesos intensos que usted está viviendo o que tendrá que vivir con el propósito de crecer espiritualmente y ser más parecido a Jesús.
Esta humillación de la cual habló el escritor, no tiene como fin avergonzarlo o destruirlo, sino, más bien, demostrarle que usted, aunque es valiente, sigue siendo vulnerable y necesita un espíritu enseñable.
Es necesario que usted reconozca que tiene limitaciones y, por tanto, hoy más que nunca necesita apoyarse en Dios, confiar en Él y seguir sus mandamientos.
Usted no quisiera vivir estos procesos, pero créame, usted algún día agradecerá por ellos porque a través de esos procesos, será liberado del orgullo, de la autosuficiencia y la altivez.
Su dinero no le garantiza nada, sus talentos y habilidades tampoco. Sin embargo, el autor de este maravilloso texto, descubrió la verdadera garantía: obedecer los estatutos de Dios.
Cualquier situación o experiencia, por dolorosa que sea, valdrá la pena vivirla si es que, al final, nos ayudará a aprender y comprobar la efectividad de los mandamientos establecidos por Dios.
Su peor fracaso no es perder algo (cualquier cosa que sea), su peor fracaso es tener en poco los estatutos de Dios y vivir ignorándolos.
Quizá su oración hoy deba ser: “Señor, enséñame tus estatutos, ayúdame a amarlos y a ponerlos por obra. Quiero ser responsable de mi propia vida, pero no quiero ser mi propio rey, sé Tu el rey de mi vida y de mi familia”.
Quizá hoy deba dar gracias por una situación reciente sobre la cual pensó no tendría ningún efecto positivo en su vida y, sin embargo, Dios está usándola para que usted sea mejor.
Hay procesos difíciles e intensos, pero no tema, Dios tiene el control.
¡Bendecido día!