Y en seguida la fuente de su sangre se secó; y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel azote. Marcos 5:29
La mujer del flujo de sangre había vivido 12 terribles años padeciendo una enfermedad que trastornó su vida por completo.
Sumado a los síntomas de su enfermedad, aparecía también el rechazo de la gente y la errónea percepción de que su crisis era el resultado de una maldición de Dios.
Ella tuvo que acostumbrarse a vivir en una condición de impureza constante, pues la ley israelita así lo establecía con aquellos que padecían enfermedades “raras” e impuras.
Nada podía ser peor para ella. Había perdido a su familia, gastó todo el dinero que tenía con los médicos y estaba debilitada por su pérdida de sangre. ¿El escenario podría ser peor?
Quizá sí. ¿Se imagina el tamaño de su frustración y de su tristeza si al ver a Jesús no se hubiese atrevido a tocarlo? ¿Se imagina lo que hubiera sentido si su deseo de tocar el manto de Jesús hubiera sido solamente un deseo, y no un hecho?
Amado lector, quizá usted se sienta profundamente débil como para emprender su carrera hacia El Maestro.
Pues bien, hoy debo decirle que el milagro que necesita tiene un precio. Usted debe insistir; necesita abrirse paso para intimar y tocar al Señor.
Puede que el Maestro esté rodeado de una gran multitud hambrienta, pero su fe debe fortalecerlo hoy para perseverar en la búsqueda de su milagro.
Los milagros no hacen contratos con los incrédulos. Los milagros se manifiestan en quienes son capaces de rendirse a los pies de Jesús y en quienes reconocen que pueden ganarlo todo si tan solo tocan el manto de su Salvador.
Amado lector, no retroceda; si llegó hasta este punto, entonces avance, no se atemorice, ¡toque al Maestro! Hoy su flujo puede terminar. Toque al Maestro y será sano de su azote.
Atrévase a buscar al Señor; todo lo que usted pudiera necesitar o desear, está en Él.
¡Bendecido día!