Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer. 1 Corintios 1:10
Estar juntos no implica estar unidos. Millones de parejas en el mundo conviven bajo el mismo techo, duermen en la misma cama y se sientan en la misma mesa; sin embargo, sus corazones están distantes.
La división ataca sin cautela. La política está marcada por el malévolo hábito de la tiranía y el interés propio. Las familias se enfrentan a la misma tendencia, con la diferencia de que en ella, no se debaten asuntos de interés público, sino de carácter privado.
Son incontables los matices de la división. Pese a eso, el Señor sigue haciéndonos el mismo llamado: el camino es la unidad, la búsqueda de un mismo propósito, la práctica de un mismo idioma espiritual, la adherencia a una mentalidad bíblica.
Amado lector, la unidad no coarta libertades, la unidad hace posible que los grandes ideales se hagan realidad.
Si usted es cristiano, asegúrese de buscar y propiciar la unidad familiar. Dios quiere usarlo para que sus familiares que están alejados puedan acercarse.
Si es casado, no justifique el hecho de mantenerse al margen de su pareja, pues su matrimonio tiene, como condición para prosperar, la unidad espiritual (Mateo 12:25).
No permita que Satanás lleve a cabo su maléfico plan. Ese demonio buscará a toda costa sembrar duda, dolor e ira, hasta lograr su objetivo de destruir lo que con tanto esfuerzo ha logrado.
La división no sumará a su vida; todo lo contrario, restará vigor, visión e incluso fuerza.
Pídale al Señor que ponga en usted la mente de Cristo. No se deje llevar por las luchas de poder, ceda y se dará cuenta de que, mantenerse unido, siempre valdrá la pena.
Manténgase unidos a Jesús y unidos a su familia.
Con amor, su servidor.