Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía; pidió, por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligase a contaminarse. Daniel 1:8
Dios quiere que usted sea diferente. La marca más importante que lo distinguirá del común de las personas no es el carisma, es la integridad. El carisma no es suficiente; la integridad lo es todo.
La belleza espiritual más importante atribuida al hombre es justamente esa, ser íntegro. Ninguna otra virtud, por llamativa que parezca, se iguala al hecho de retener su integridad delante de los ojos de Dios.
Sea diferente y no tema por eso. Sea distinto y no se avergüence de sus convicciones espirituales; créame, Dios honrará su persistencia y guardará sus pasos.
Ser íntegro significará, muchas veces, avanzar en contra del sistema moral de este mundo. También significará, en un sentido estricto, pelear contra los malos deseos que nacen de su corazón y que deshonran a Dios.
Usted puede ser íntegro como lo fue Daniel. Pero debo decirle algo: en gran medida, eso será el resultado de una certera y violenta decisión. ¿Cuál? La decisión de “no contaminarse”.
No cambie su integridad por ningún tesoro material; la integridad no es una moneda con la cual pueda obtener cosas; más bien, es un regalo espiritual que le permite ser “todo lo que puede llegar a ser” en el reino de Dios.
Le diré cuál es mi definición de integridad. Ser íntegro es ser quien Dios quiere que usted sea, sin importar dónde me encuentre ni las circunstancias que lo rodeen.
Se lo mostraré a través de dos hombres de Dios. El primero es José. Cuando la esposa de su jefe lo tentó para que se acostara con ella, él decidió hacer lo correcto aun cuando su jefe estaba ausente.
El segundo es Daniel. Él estuvo bajo intensa presión y persecución, pero cuidó su integridad ante Dios al determinar no comer la comida del rey (ofrecida a ídolos), y tampoco adoró a dioses paganos.
Considere hoy sus caminos. Si usted se ha expuesto a cualquier tipo de contaminación, no se abandone a las consecuencias; Dios quiere y puede limpiarlo.
Su familia no solo necesita que usted esté con ella, sino también que retenga su integridad. La tentación es atrevida; su integridad también lo debe ser. Cuídela como el tesoro más valioso de su vida y defiéndala con su propia sangre.
Recuerde las palabras de Jesús: “Estamos en el mundo, pero no somos del mundo”. Usted vive en el mundo, pero no vive de acuerdo al mundo; su sistema de valores es distinto, su lista de principios también lo es.
Quiero contarle que durante mi primera etapa de formación como estudiante de teología, me encontré con un texto de las Escrituras que cambió mi vida para siempre. Permítame compartirlo, tal vez tenga el mismo efecto que tuvo en mí: “Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado”. Hebreos 12:14.
Aquel texto cambió mi forma de valorar mi integridad y de luchar en contra del pecado que quisiera sitiar mi vida.
Usted no es una víctima; en realidad, puede enfrentar, en el poder del Espíritu, cualquier tentación que se ponga en su camino.
Retenga su integridad.