Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme? Salmo 27:1.
En el nuevo nacimiento se derrama dentro del alma luz divina como precursora de la salvación.
Después de nuestra conversión, nuestro Dios es nuestro gozo, consuelo, guía, maestro y, en todo sentido, nuestra luz: Él es luz interior, luz alrededor, luz que se proyecta de nosotros y luz que ha de ser revelada a nosotros.
Nota que no dice solamente que el Señor nos da luz, sino que Él es luz; no que Él nos da salvación, sino que Él es la salvación.
Entonces aquel que, por fe, se ha aferrado a Dios, posee todas las bendiciones del pacto.
Siendo eso seguro como un hecho, el argumento que se extrae de él se presenta en forma de pregunta: “¿de quién he de atemorizarme?”
Una pregunta que tiene su propia respuesta. No hay que temer de los poderes de la oscuridad, pues el Señor, nuestra luz, los destruye; y no debemos temer a la condenación del infierno, pues el Señor es nuestra salvación.
Este es un desafío muy diferente de aquel del presunto Goliat, pues no se apoya en la engañosa fuerza del brazo de la carne, sino sobre el poder real del omnipotente “Yo soy” (Isaías 48:12).
“Jehová es la fortaleza de mi vida”. Acá hay un tercer resplandeciente epíteto, para mostrar que la esperanza del escritor estaba sujeta a un cordón de tres dobleces que no puede romperse.
Nuestras vidas obtienen toda su fuerza de Dios, y si Él se digna hacernos fuertes, no podemos ser debilitados por todas las maquinaciones del adversario.
“¿De quién he de atemorizarme?”. La audaz pregunta mira hacia el futuro y también hacia el presente.
“Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra” (Romanos 8:31) ahora o en el futuro?
¡Feliz día!