Entonces, vuelto el Señor, miró a Pedro; y Pedro se acordó de la palabra del Señor, que le había dicho: Antes que el gallo cante, me negarás tres veces. Y Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente. Lucas 22:61-62.
Pedro falló, no hay duda de eso. Negó a Jesús, no una, ni dos, sino tres veces antes de que el gallo cantara.
Temió por su vida. Poseído por el miedo, convirtió en un extraño y desconoció al hombre al que había jurado seguir hasta el final.
Me pregunto: ¿cuántos pensamientos y cuántas emociones se atrincheraron en el corazón de Pedro? Imagino que pensaba vivir como un descalificado para siempre. La Biblia nos da mucha luz con relación a sus emociones, pues afirma que Pedro lloró amargamente.
Llorar amargamente describe la experiencia de sentir un dolor profundo por haberle fallado a su maestro, el mismo que para ese momento se estaba convirtiendo en su salvador.
¡Pero mire bien! Ese no fue el final de Pedro. El mismo que negó a Jesús, luego se constituyó en un gran apóstol.
¿Cree en las segundas oportunidades? Yo creo en ellas. Creo que Dios es justo, y en su justicia, hay un espacio debidamente asignado para que la misericordia actúe.
Es por esa misericordia que Dios le otorgará una nueva oportunidad. El hecho de que haya fracasado en un encargo no significa que el cielo le haya vetado la felicidad.
Quizá usted ha dejado escapar oportunidades que hoy extraña. Producto de su culpa, pudo resignarse a que no volvería a tener nunca más en la vida un "chance" parecido.
Sin embargo, mi tarea hoy es recordarle que Dios lo ama lo suficiente como para darle una oportunidad más. Oportunidad que deberá aprovechar con toda diligencia y profundo interés.
Es que Dios da oportunidades, pero de ninguna manera aplaudirá nuestra negligencia y mucho menos la práctica deliberada del pecado.
Salga de la cueva del fracaso y la vergüenza. Encárguele su reputación a Dios y oré conmigo esta sencilla frase: “Señor, he fallado, pero si hay una nueva oportunidad en tu altar, yo hoy decido tomarla y honrarla”.
No se deja engañar por Satanás. Su fracaso personal no lo puede condenar. Si hay arrepentimiento en su corazón, le aseguro que nuestro amoroso Jesús le extenderá una vez más su mano para levantarlo.
Con amor y sincero respeto, su servidor.