Desobediencia

Escrito el 19/04/2024
Pr. Gustavo A. Muñoz L.


¿Por qué, pues, no has oído la voz de Jehová, sino que vuelto al botín has hecho lo malo ante los ojos de Jehová? 1 Samuel 15:19.


Saúl fue víctima de su propia desobediencia.

Siendo la obediencia el requisito más importante para ocupar y mantener el trono del rey, Saúl cometió el error más grande en su carrera. 

¿Quién se imaginaría que una “pequeña” imprudencia podría terminar en su destitución del cargo? Sí, así fue. El profeta Samuel le ordenó, por mandamiento de Dios, castigar a los Amalecitas por haberse opuesto a la libertad de los Israelitas cuando salían de Egipto. 

La orden fue clara: destruir el pueblo, incluyendo hombres, mujeres, niños y animales. Saúl preparó su ejército para aquella misión, pero una vez capturado, Agag, rey de los amalecitas, consideró que sería mejor perdonarle la vida. Acto seguido, su ejército escogió lo mejor del ganado y lo llevó consigo.

Nada pudo ser más ofensivo para Dios. Frente a esta acción, estas fueron las palabras del profeta: Y dijo Samuel: Aunque eras pequeño en tus propios ojos, ¿no has sido hecho jefe de las tribus de Israel, y Jehová te ha ungido por rey sobre Israel?

Esta es otra forma de decir: ¿olvidaste quién te puso como rey de Israel? Con mucha frecuencia, olvidamos a Dios. Una vez alcanzamos lo que deseamos, perdemos de vista la gracia soberana.

Saúl, aunque se consideraba pequeño, olvidó que fue la voluntad divina la que lo guio a un lugar de privilegio y ahora, debía corresponder siendo fiel. 

Al parecer, Dios encontró en Saúl una actitud de soberbia. ¿Cuántas veces olvidamos el lugar de donde venimos? O ¿quiénes éramos antes de que Jesús nos salvara? Ciertamente, estábamos solos, perdidos y acerca de nosotros no se decían cosas buenas. Sin embargo, Dios nos considera amados, haciéndonos merecedores de grandes honores y privilegios.  

Hacer la mitad de lo que Dios nos pide, no es suficiente cuando él nos demanda completar una tarea. En el caso del admirado rey, ¿qué hizo que decidiera desviarse de la misión que se le había encomendado?

Probablemente, fue una noble intención. Quizá consideró que no era del todo necesario acabar con la vida de Agag y que, tal vez, a Dios le agradaría una ofrenda debidamente preparada con los animales de aquel pueblo pagano. Sin embargo, las intenciones no son suficientes cuando se sacrifica la obediencia. 

Me pregunto: ¿por qué esa actitud radical de Dios? Pues bien, el carácter de Dios es así. Dios demanda de su pueblo esa misma actitud a la hora de cumplir sus mandamientos y estatutos. Somos nosotros, los que, acostumbrados a la flexibilidad del mundo, nos ahogamos en las aguas “tranquilas” de la moral pecaminosa.

Dios cuidaba a su pueblo, y sabía lo peligroso que podría ser dejar con vida a un pueblo en extremo pagano y violento, como lo eran los amalecitas. Debemos mantener ánimo pronto para rechazar las tentaciones funestas que atacan nuestra mente y que nos ofrecen, aparentemente, mejores caminos.

Con amor, su servidor. Paz y bien.