Pasando por el desierto

Escrito el 15/04/2025
Pr. Gustavo A. Muñoz L.


En esos días, Juan el Bautista llegó al desierto de Judea y comenzó a predicar. Mateo 3:1


A veces, las grandes historias tienen pobres comienzos. Por lo menos así le ocurrió a Juan el Bautista.  Fíjese en que este icónico personaje, tenía por costumbre pasar la mayor parte de su vida en el desierto de Judea. 

Se dice que Juan pertenecía a una escuela doctrinal cuyos alumnos vivían alejados del centro de la civilización, lejos del ruido, de los afanes desmedidos y de las costumbres “mañosas” de las grandes urbes.

Juan aprendió a vivir en el desierto. Quizá pudo encontrar en él la ruta de un proceso que toda persona debería vivir para entender el principio del desprendimiento, y a su vez, de la dependencia a Dios.

El desierto era necesario en la construcción acertada de su fe. Por lo regular, el desierto exige negación, muerte y renuncia. Juan entendió eso, y logró vivir con este código moral impreso en su corazón. Entendió, también, que el mundo jamás podría amenazarlo o quitarle algo, porque él no tenía nada que perder. 

Respetado lector, su historia puede contrastar con la historia de Juan “el bautista”. Mientras él vivió un proceso de renuncia y de entrega, usted quizá está viviendo un proceso de apego y retención. 

Me explico: mientras Dios espera que usted aprenda a vivir con desprendimiento y que se goce mientras camina entre el polvo y el cielo estrellado, usted ha elegido sobrevalorar un tesoro minúsculo que le impide ver a Dios y que, quizá, pudiera perder. 

Amado lector, no en vano la Biblia dice que "Juan predicaba en el desierto". En un lugar indeseable, lejos de múltiples placeres y sofisticados centros de entretenimiento, todo, por una visión de Dios, un llamado y un propósito. 

Su historia revela una vida de abundantes principios y de pocos tesoros. Una vida de perfección moral y de mesurada popularidad. En un mundo materialista y vacío como el nuestro, Juan vuelve a elevar su voz para enseñarnos que la vida no consiste en conquistar la fama, sino en renunciar a los tesoros de la vanidad y la opulencia.

Me gustaría preguntarle: ¿le preocupa construir tesoros y ganar la aprobación de la gente? Yo le sugiero que consiga la aprobación de Dios y le aseguro que los tesoros querrán tener un dueño como usted. 

¡Bendecido día!