¡Plena libertad!

Escrito el 30/05/2025
Pr. Gustavo A. Muñoz L.


Así diréis a José: Te ruego que perdones ahora la maldad de tus hermanos y su pecado, porque mal te trataron; por tanto, ahora te rogamos que perdones la maldad de los siervos del Dios de tu padre. Y José lloró mientras hablabanGénesis 50:17


Canaán, la tierra de Jacob, fue alcanzada por el hambre. Conociendo Jacob que en Egipto había reservas de alimento, decidió enviar a sus hijos (hermanos de José) a comprar víveres.

Inocentemente, se dirigieron a Egipto sin saber que su hermano, aquel que habían planeado matar y que luego vendieron a comerciantes, ahora estaba a cargo de administrar las bodegas de víveres de la nación.

Cuando llegaron a Egipto, José pudo reconocer a sus hermanos, pero ellos no lo reconocieron a él. ¿Se negaría José a darles comida después de lo que sus hermanos le hicieron? 

Cualquiera en los zapatos de José, “teniendo el sartén por el mango”, intentaría saldar aquella vieja deuda con sus hermanos.

Pero no ocurrió así. A pesar de sus dolorosas memorias, él los ayudó. José dio lugar al perdón antes que al odio.

Todos, en algún momento, nos enfrentaremos a una situación semejante a la que enfrentó José con sus hermanos. De seguro, un familiar, amigo o hermano en la fe que un día nos ofendió, lastimó o burló nuestra confianza, experimentará malos tiempos y entonces necesitará nuestra ayuda. La pregunta que debemos responder es: ¿cómo responderemos hoy a la necesidad de aquel que nos hizo daño en el pasado?

José tuvo una gran lucha en su interior al recordar todo el mal que sus hermanos le habían causado; sin embargo, no se dejó vencer por el rencor y valientemente decidió ayudarlos.

A pesar de que José había alcanzado el éxito en la nación más poderosa de aquel entonces, él debía cerrar una herida que por mucho tiempo estuvo abierta.

Dios sabe que las deudas del corazón se saldan cuando se abre espacio al perdón, y tanto José como sus hermanos lo necesitaban.

Nadie puede ser feliz mientras persistan en su interior sentimientos de ira o rencor. El perdón es la opción divina para sanarnos y alcanzar la libertad.

Amado lector, ¿hoy debe perdonar a alguien?

No permita que su relación con Dios se debilite por la falta de perdón. Pida al Señor un corazón perdonador que demuestre amor y conceda nuevas oportunidades.

Si Jesús perdonó sus transgresiones, ¿podría usted perdonar a quien lo ofendió?

Medite y póngase a cuentas con el Señor. La acción de perdonar lo llevará a un nuevo estado de libertad.

¡Próspero día!