Pero deben seguir creyendo esa verdad y mantenerse firmes en ella. No se alejen de la seguridad que recibieron cuando oyeron la Buena Noticia. Esa Buena Noticia ha sido predicada por todo el mundo, y yo, Pablo, fui designado servidor de Dios para proclamarla. Colosenses 1:23.
Algunos creyentes, residentes en Colosa, decidieron dar media vuelta y retornar.
¿Retornar? ¿A dónde? A la antigua vida que antes tenían. Tal parece que en muchos, la duda taladró lo suficiente, hasta que logró traspasar la fortaleza de su fe.
¿Ha considerado dejar de creer en la verdad del Evangelio? Quizá su respuesta sea: ¡Yo nunca haría tal cosa!
Lo cierto es que esa fue la respuesta de muchos creyentes que un día conocieron a Dios y hoy viven como personas comunes, como mundanos.
La fe y la verdad son continuamente atacadas. Son blancos de la maldad del mundo y de nuestra carnalidad.
Abra muy bien sus ojos. A veces son los afanes financieros los que con facilidad apagan el fuego de nuestros corazones. En ocasiones, son las tentaciones pasionales las que arrasan con la integridad de nuestras conciencias.
Cualquiera que sea su condición hoy, la invitación que Jesús le hace es múltiple: en primer lugar, siga creyendo en la verdad. No permita que la sabiduría terrenal destruya los tesoros de Cristo en su interior. Cristo es real, Él murió por usted, Él lo salvó y nunca lo abandonará.
En segundo lugar, manténgase firme. No claudique, tampoco permita que lo muevan de la roca sobre la cual usted ha puesto sus pies. No se deje arrastrar por cuentos y falsas esperanzas; su redentor es Cristo, nadie más que Él tiene el poder para guiarlo directo a la salvación eterna.
Pese a las dificultades que podría estar viviendo, haga un voto consciente. Diga: seguiré creyendo la verdad que es Cristo y me mantendré firme en ella.
Dios te bendiga.