“Y enviaste tu buen Espíritu para enseñarles, y no retiraste tu maná de su boca, y agua les diste para su sed”. Nehemías 9:20.
Común, muy común es el pecado de olvidar al Espíritu Santo. Esto es insensatez e ingratitud.
Él merece el bien de nuestras manos, pues es bueno, soberanamente bueno. Como Dios, Él es en esencia bueno.
Él participa de la triple atribución de Santo, Santo, Santo, que asciende a Jehová trino.
Él es pureza sin mezcla, verdad y gracia. Dios es bueno con benevolencia, tiernamente soporta nuestras desobediencias y luchas contra nuestras voluntades rebeldes, nos revive de nuestra muerte en el pecado y después nos instruye para el cielo, como una amorosa nodriza que cría a su niño.
Qué generoso, perdonador y compasivo es el paciente Espíritu de Dios. Es bueno en eficacia.
Todas sus obras son buenas en el grado más extraordinario: Dios sugiere buenos pensamientos, motiva buenas obras, revela buenas verdades, pone en práctica buenas promesas, ayuda en los buenos logros y conduce a buenos resultados.
No hay un bien espiritual en el mundo del cual Dios no sea el iniciador y perfeccionador, y el cielo mismo le deberá la naturaleza perfecta de los redimidos a su obra.
Dios es bueno oficialmente, ya sea como consolador, instructor, guía, santificador, avivador o intercesor.
Él desempeña bien su cargo y cada obra está llena con el más alto bien para la iglesia de Dios. Aquellos que se rinden a sus influencias se vuelven buenos, aquellos que obedecen sus impulsos hacen el bien, aquellos que viven bajo su poder reciben el bien.
Que nuestros actos hacia esta persona estén, entonces, de acuerdo a los dictados de la gratitud.
Veneremos su persona y adorémoslo sobre todo como Dios, bendito por siempre. Reconozcamos su poder y nuestra necesidad de Él, esperando en Él en todas nuestras obras santas.
Búsquenos su ayuda a cada hora y no lo aflijamos nunca; y hablemos para su alabanza siempre que la ocasión surja.
La iglesia nunca prosperará hasta que crea en el Espíritu Santo de una manera más reverente.
Él es tan bueno y amable que es triste que sea afligido por ofensas o negligencias.
¡Bendecido y próspero lunes!