Sin desmayar.

Escrito el 25/02/2019
Ps. Gustavo Muñoz


pero el que se mantenga firme hasta el fin será salvoMateo 24:13.


El mundo es para los valientes, la eternidad, también. Con el pasar del tiempo, he comprobado que no hay perdedores y ganadores, hay, ciertamente, personas que retroceden y otras que perseveran hasta el final.

Algunos, estando frente a un abismo que no parece tener fin, retroceden, otros, frente al mismo abismo deciden lanzarse al vacío confiando en que caerán correctamente. 

¿Qué tipo de persona es usted? Hoy debo decirle que nadie nace predestinado al éxito o al fracaso. Todos nacemos con las mismas condiciones; con el tiempo, nos diferenciamos porque sucumbimos al temor o aceptamos el riesgo de vivir.  

¿Por qué huir cuando aún no ha llegado a su meta? No abandone el camino, sea valiente, esfuércese hasta olvidar la infame idea de retroceder. Dé lo mejor en cada reto que afronte hasta que olvide el cobarde camino a la salida de emergencia. 

Yo no veo a un Jesús que huyó de la cruz. Veo a un Jesús que con sudor en su frente y dolor en su cuerpo, pasó por el Getsemaní y luego ascendió al Golgota. Nuestro Maestro es valiente, Él sabe de riesgos.

Amado lector, no se rinda, persevere. No preste sus oídos a la voz de la derrota, en cualquier caso, recuerde que no está solo, Dios está con usted. 

Todos hemos probado el sabor de la derrota. La sensación que deja es intensamente amarga. Pero créame, la perseverancia lo llevará a disfrutar del incomparable dulce que emana del esquivo plato del éxito. 

Propóngase avanzar tanto como pueda y deténgase sólo cuando Dios mismo sea quien le diga que lo haga. 

Usted nació para los grandes planes de Dios, y no para ir por la ruta que le trazó un simple mortal. 

Cobre aliento, levántese de su silla, abandone su cama y enfrente las intensas tormentas con la seguridad que le ofrece la compañía permanente de Dios. 

Tema lo necesario, pero no se haga esclavo del temor, de lo contrario, pronto su lápida le recordará al mundo que bajo sus pies permanecen los restos de un cobarde. 

Con intenso amor, su servidor.