¡Bajo presión!

Escrito el 11/04/2020
Ps. Gustavo Muñoz


Bueno me es haber sido humillado, para que aprenda tus estatutos. Salmos 119:71.


La única manera en que usted podrá entender lo que voy a explicarle a continuación, será permitiendo que el Espíritu Santo dirija sus sentidos y abra su entendimiento. 

¿En verdad usted quiere todo de Dios? ¿Está muriendo de hambre y deseo por hacer la voluntad de Dios? ¿Ama la ley de Dios? Entonces esto es para usted.

La humillación es necesaria y está incluida en el proceso de formación de su carácter. Esta es la única humillación que en verdad vale la pena vivir. 

El fruto del olivo, debe ser sometido a una exagerada presión para que éste pueda liberar hasta la última gota de aceite. 

Lo mismo hará Dios con usted. Él lo someterá amorosamente a una intensa presión con el propósito de extraer de usted hasta la última gota de “su mejor aceite”.

Hay procesos intensos que usted está viviendo o que tendrá que vivir con el propósito de crecer espiritualmente y ser más parecido a Jesús. 

Esta humillación de la cual habló el salmista, no tiene como fin avergonzarlo o destruirlo, sino más bien, demostrarle que usted, aunque es valiente, sigue siendo vulnerable. 

Es necesario que usted reconozca que tiene limitaciones y por tanto, hoy más que nunca necesita apoyarse en Dios, confiar en Él y seguir sus mandamientos. 

Usted no quisiera vivir estos procesos, pero créame, usted algún día agradecerá por ellos porque a través de esos procesos, usted es liberado del orgullo, de la autosuficiencia y la altivez. 

Su dinero no le garantiza nada, sus talentos y habilidades tampoco. El salmista si descubrió la verdadera garantía: obedecer los estatutos de Dios. 

Cualquier situación o experiencia por dolorosa que sea, valdrá la pena vivirla si es que al final, nos ayuda a aprender y comprobar la efectividad de los mandamientos establecidos por Dios. 

Su peor fracaso no es perder algo (cualquier cosa que sea), su peor fracaso es tener en poco los estatutos de Dios y vivir ignorándolos. 

Quizá su oración hoy deba ser: “Señor, enséname tus estatutos, ayúdame a amarlos y a ponerlos por obra. Quiero ser responsable de mi propia vida, pero no quiero ser mi propio rey, sé Tu el rey de mi vida y de mi familia”.

Quizá hoy deba dar gracias por una situación reciente que usted pensó no tendría ningún efecto positivo en su vida, pero hoy entiendo que Dios estaba trabajando en su vida a través de Él. 

Dios no avergüenza a quienes confían en Él, pero si humilla al que dice amarlo, y lo hace, con el fin de luego exaltarlo. Prepárese entonces. 

¡Bendecido día!