Un llamado a la santidad

Escrito el 29/07/2020
Ps. Gustavo A. Muñoz L.


Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas. Apocalipsis 3:4.


¿Cuida su ropa? Yo procuro hacerlo. La verdad es que no soy tan bueno, pero me esfuerzo. Me gustaría hacerlo con la dedicación que he visto en algunas personas que conozco, que incluso, procuran con esmero llevar su ropa a la lavandería para no maltratarla.

Pero hoy no quiero hablarle de mi ropa, aun cuando quisiera, no tengo mucho para decir sobre ella. Quisiera hablarle más bien del tipo de ropa que realmente importa, de aquella a la cual la Biblia llama vestiduras.

Las vestiduras espirituales hablan claramente de la condición de corazón humano. Ciertamente revelan nuestra condición interior y reflejan cuáles en verdad son nuestras motivaciones. Son esas vestiduras por las cuales deberíamos preocuparnos.

De la iglesia en Sardis se dice que había personas que no habían manchado sus vestiduras, es decir, que las conservaban puras. Como podrá ver, eran pocas. No es difícil comprender que la mayoría había sucumbido en el pecado y habían terminado por arruinar sus trajes o vestidos, mientras que otros se esforzaban por mantenerse limpios y apartados de los placeres que robaba la belleza de sus telas.

Amado lector, si usted es de aquellos que pasa más tiempo eligiendo la ropa que usará y en cambio no atienda a la demanda de Dios que lo llama a vivir en santidad y a buscar a Dios en oración para mantener su pureza, entonces usted aún no ha comprendido la profundidad y el sentido real del evangelio.

No manchar sus vestiduras se traduce en caminar en la pureza de su relación amorosa y/o familiar. En ser fiel, en luchar contra el pecado.

Amado hermano, su santidad engalana la iglesia, engalana el trono de Dios y también engalanará las bodas del Cordero.

Ciertamente, el cristiano de hoy vive al límite de sus libertades avanzando hasta las orillas que lo separan del mundo y con poca intención de alejarse de esa nociva frontera.

La voz de Dios aún sigue viva en nuestras conciencias y su voluntad sigue siendo la misma desde que nos creó: nuestra santificación.

Amado lector, cuando Cristo derramó su sangre en la cruz, Él lo libró de la condenación, pero también confeccionó para usted vestiduras blancas y con ellas lo vistió. ¿Por qué habría entonces de manchar sus vestiduras? Cuídelas. No se acerque al lodo pecaminoso del pecado. Manténgase puro, Dios le ayudará en ese importante propósito.

¡Bendecido día!