El secreto de la humildad

Escrito el 26/08/2020
Charles Spurgeon


El temor de Jehová es enseñanza de sabiduría; y a la honra precede la humildad. Proverbios 15:33.


La humillación del alma siempre trae una bendición positiva. Si vaciamos nuestros corazones de nosotros mismos, Dios los llenará con su amor.

Aquel que desea una comunión cercana con Cristo, debe recordar la palabra del Señor: “Yo estimo a los pobres y contritos de espíritu, a los que también tiemblan ante mi palabra”. (Isaías 66:2). 

Ríndete, si has de subir al cielo. ¿No decimos de Jesús: “El ascendió para poder ascender”? Igual tenemos que hacer nosotros. 

Debemos crecer hacia abajo para poder crecer hacia arriba, pues la más dulce comunión con el cielo será tenida con almas humildes, y solo con ellas.

Dios no le negará ninguna bendición a un espíritu completamente humillado. “Dichosos los pobres en espíritu, porque el reino de los cielos les pertenece” (Mateo 5:3), con todas sus riquezas y todos sus tesoros. 

Todo el tesoro de Dios se traspasará por escritura de donación al alma que es lo suficientemente humilde para poder recibirlo sin enorgullecerse por ello. 

Dios nos bendice a todos nosotros hasta la medida completa y al extremo con aquello que Él considere seguro hacer. 

Si tú no obtienes una bendición es porque no es seguro para ti tenerla. Si tu padre celestial permitiera que tu espíritu sin humildad ganara una victoria en su santa guerra, tú robarías tu corona y al encontrarte con tu enemigo caerías victima de éste; de modo que se te mantiene humilde para tu propia seguridad. 

Cuando un hombre es sinceramente humilde y nunca se aventura a tocar una pizca de alabanza, no hay prácticamente ningún límite para lo que Dios va a hacer por él.   

La humildad nos prepara para ser bendecidos por el Dios de toda gracia, y nos hace apropiados para tratar eficazmente con nuestros semejantes. 

La verdadera humildad es una flor que adornará cualquier jardín. Es una salsa que condimentará todo plato de la vida, y encontrarás progreso en cada caso.

Ya sea en oración o en alabanza, en trabajo o en sufrimiento, la genuina sal de la humildad no puede nunca usarse en exceso.

Bendecido día.