¡Una promesa!

Escrito el 11/06/2021
Ps. Gustavo A. Muñoz L.


(Jehová) Cumplirá el deseo de los que le temen; oirá asimismo el clamor de ellos, y los salvará. Salmo 145:19.


Esta es una gran promesa. Exhorta, pero a su vez motiva. Le aseguro que puede confiar en ella “con sus ojos cerrados”. 

Dios cumple los deseos del corazón de los justos. Él cumple los anhelos de aquellos que viven en integridad.

No desampara el Señor a los que le temen. No descuida a los que guardan sus mandamientos. Jamás dejaría a la suerte del destino a uno de sus discípulos que con reverencia sigue los pasos de Jesús.

Permítame compartir con usted una apreciación personal: Yo encuentro en la Biblia promesas nobles y promesas radicales.

Con promesas nobles me refiero a aquellas promesas que dejan ver la noble intención del corazón de Dios por bendecir su pueblo, el pueblo que Él ama. Para mí, esas promesas llevan el almíbar colorido de un postre espiritual. 

Con promesas radicales me refiero a aquellas promesas que revelan el carácter veraz y “totalitario” de Dios. Son promesas estrictas y contundentes. Promesas declaradas a favor del pueblo que Dios cuida y defiende. 

Teológicamente, no hacen la diferencia, pues, al fin de cuentas, ambos tipos de promesas están basadas en el amor fiel de nuestro Dios. 

Sin embargo, el aspecto que quiero resaltar de la promesa que guía hoy nuestra reflexión, es que comienza con un imperativo y termina con un imperativo.

Comienza diciendo: ¡cumplirá! Finaliza diciendo: ¡salvará! ¿Capta lo que quiero decir? 

Esta es una promesa que sabe a plato fuerte. Que lleva el acento portentoso y poderoso de su autor. 

Amado lector, sumérjase en esta dimensión gloriosa en la que a usted solo le ocupa y le preocupa reverenciar y obedecer a Dios. Por lo demás, no se preocupe, ya está resuelto. 

Sepa que Dios cumplirá su promesa. Él hará realidad su deseo. Pero sepa, además, que Dios lo salvará del día más oscuro, de sus enemigos más terribles, y de las circunstancias más aterradoras.

La clave está en temer a Dios. Lo demás, déjelo en las manos del Altísimo. 

Bendecido día.