Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación. 1 Tesalonicenses 4:7
¿Ha tenido una entrevista tensa? Yo tuve una hace algunos años. Aquella mañana, el vicerrector académico me preguntó por mi llamado al ministerio. Yo estaba nervioso tratando de responder de manera apropiada.
Yo buscaba lograr su aprobación, pero él pretendía darme una lección. Ese día, me habló de un llamado específico y de un llamado general. Me dijo que los siervos de Dios teníamos un llamado particular de parte de Dios y, en cada caso, los dones que el Espíritu nos daba, eran diferentes de otros; sin embargo, complementarios.
Luego, me habló del llamado general y me dijo: todos hemos sido llamados a vivir en santidad. Sin importar cuál pueda ser tu don espiritual, debes vivir en santidad y apartarte del mundo. Y cerro con esto: aunque algún día consideres que tu llamado es superior a otros, nunca pienses que puede ser mejor que el primer llamado de todos, la santidad.
La voz del Espíritu Santo se puede distinguir con facilidad porque su mensaje siempre tiene el mismo objetivo: llamarnos para que nos santifiquemos.
La definición más simple de santificarse es “apartarse”. Esto significa que la voluntad de Dios es que vivamos de acuerdo con los estándares de las Escrituras, y no de acuerdo al estilo del mundo.
Dios desea que goce de una vida diferente a las demás. Esa vida debe reflejar un profundo y firme amor a Dios que diariamente lo inspira a tomar las decisiones correctas, aunque, a veces, aparenten ser inviables.
Su santificación no es un tema menor, todo lo contrario, su santificación definirá los resultados más valiosos en su vida.
Considere bien las cosas. Si usted ha llegado hasta este punto, si ha luchado y ha trabajado fuerte, ¿cree que valdrá la pena volver atrás? ¿Le parece justo abandonar el camino de la fe y entregarse a los brazos del mundo? Para mí, no lo es.
Avance. No admita el retorno. Usted está lejos como para devolverse y perder todo lo que ha ganado. Reflexione y admita que podría perderlo todo por una "pequeña" distracción o por un momento de placer.
Anhele, con profundo deseo hoy, ser santificado y liberado de toda maldad. Ore por la pureza del Espíritu Santo en su vida. Pida ser limpiado de los deseos pecaminosos de la carne, y le aseguro que el Espíritu Compasivo del Señor lo ayudará.
Confiese al Señor sus luchas espirituales. No se exponga y tampoco exponga a los que ama. Aléjese de toda especie de contaminación. Guarde distancia y asegúrese de contar con personas espirituales que lo rodeen.
Amado lector, no minimice las consecuencias del pecado. Pecar provoca consecuencias lamentables.
Aunque somos seres humanos y fallamos, eso no significa que no podamos ser libres del pecado. Busque la santificación por el Espíritu Santo y le aseguro que usted aprenderá a vivir en la victoria constante que, sin reserva, Él le proveerá.
Su enemigo intentará hacerle creer que usted es una víctima; más el Espíritu Santo lo convencerá de que “mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo”. 1 Juan 4:4
Ore por su santificación y por la de su casa.
¡Bendecido día!