Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Salmo 32:1.
No hay nada más liberador que el perdón de Dios. Su perdón es semejante a un bálsamo que se aplica sobre una evidente herida.
El salmista David, llamó “bienaventurado” (sinónimo de dichoso), a todo aquel que ha encontrado el perdón de Dios. ¿Puede imaginar la dimensión de este maravilloso privilegio?
El perdón de Dios es mucho más que una nueva oportunidad; en esencia, es la ratificación de Su amor, bondad y misericordia.
A través del perdón de Dios, encontramos la tranquilidad que tanto necesita el corazón. Lo cierto es que, usted no encontrará la paz, a menos que se reconcilie con Dios.
La paz es al corazón, lo que el oxígeno es a los pulmones. Pero, una vez que hemos fallado, ¿cómo es que podemos obtener el perdón y estar en paz?
El peor error que cometemos cuando pecamos, es callar. Esta es una reacción natural en los adultos e incluso, en los niños. Ocurrió así desde siempre. Fue el caso de Adán y Eva, y no ha cambiado.
Cuando un niño hace algo malo, normalmente calla y evita que sus padres se enteren. Este comportamiento parece tener lógica si es que se quiere evitar el castigo, pero no tiene sentido si es que se busca la restauración.
Cuando se busca la restauración de las relaciones, y más aún la restauración de su comunión con Dios, lo mejor es hablar.
Aunque confesar el pecado pudiera producir una sensación de vergüenza, al final, la retribución es la prosperidad.
De otro lado, es imposible que Dios nos guíe hacia la estación de la restauración, si primero no humillamos nuestros corazones.
Una de las tragedias más grandes del Hombre, es pecar y sentirse orgulloso por eso. Nada está más lejos de la perfecta bendición del Espíritu.
Quien peca y no lo reconoce, es semejante a un mulo o a un caballo. Fíjese en algo: ambos, son potencialmente tercos. Aunque son animales fuertes, útiles y muy necesarios en trabajos agrícolas, su más grande debilidad es su falta de entendimiento. Usted se hace semejante a ellos cuando persiste en hacer lo malo.
Amado lector, no importa la dimensión de su falta, usted puede tener el perdón de Dios. La misericordia del Señor cubre la tierra y usted está en ella.
Apártese de sus malos caminos, busque al Señor en secreto y confiese la razón de su angustia, de su vergüenza. No tema, Dios no rechaza un corazón humillado.
La paz está a su alcance, Dios quiere dársela, pero no se endurezca en su maldad. Reconozca que usted hoy necesita experimentar el perdón de Dios.
¡Próspero día!