Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto. Colosenses 3:14.
La esencia del cristianismo es el amor. Dios mismo es amor y sus mandamientos, en su totalidad, responden a una sola demanda: amar.
Amar a Dios y amar al prójimo es el norte en la brújula de la fe. En este sentido, quien ama, realmente tiene a Dios, indiscutiblemente lo conoce.
El apóstol Pablo entendió esta revelación, por esa razón expresó que el amor es el vínculo perfecto, es decir, el lazo que nos une saludablemente.
Cuando el amor lidera nuestras relaciones y nuestro carácter, podemos estar seguros de que estamos cumpliendo a cabalidad el llamado de Dios.
Haga un simple ejercicio de meditación: cuando el amor controla su manera de ser, note que usted puede llegar a ser tan noble y servicial como nunca lo imaginó. La razón obedece a que el amor nos permite ver a los demás como Dios los ve.
En consecuencia, todo esfuerzo espiritual, toda exhortación y toda intención del corazón, debe estar custodiada por la práctica del amor. Todo es diferente cuando el amor se convierte en el motor de nuestras acciones.
Amado lector, si usted goza de una relación de pareja, amistad o de familia, claramente podrá comprobar que el amor es el vínculo perfecto. Lo que esto significa, es que no hay otra manera mejor de relacionarnos con los demás, que a través del amor.
¿Qué tan lleno del amor de Dios está hoy? Note que cuando no somos controlados por el amor, más vulnerables nos hacemos al enojo y a las malas reacciones.
Al faltar el amor en nuestra relación con los demás, fácilmente comenzamos a ver los defectos e imperfecciones de otros, pero pasamos por alto las nuestras.
Todo aquel que diga ser un discípulo de Jesús, debe destacarse por su capacidad para amar, aún cuando no sea recompensado por eso. Amado lector, entienda que el amor es el vínculo perfecto porque es la manera efectiva de practicar y vivir su fe en Jesús.
El apóstol Pablo afirmó que el amor cubre multitud de faltas. No dijo lo mismo del respeto o del servicio, lo dijo refiriéndose al más grande de todos los dones: el amor.
Por favor, ame.