Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo. Hechos 1:8
Usted necesita el poder de Dios. Si su deseo es tener una vida victoriosa, entonces deberá ocuparse, en primer lugar, de recibir la presencia del Espíritu Santo.
Muchos cristianos se conforman con luchar una y otra vez contra el mismo pecado que les roba su paz y su pureza. Lo cierto es que, solo cuando el Espíritu de Dios opera en nuestros corazones, es cuando realmente se hace presente la plena libertad y el gozo celestial que Dios quiere darle.
Usted necesita al Espíritu Santo para ser un mejor hombre. El Espíritu de Dios le permitirá de una vez por todas, resolver su lucha interior para vivir conforme al estilo del reino de Dios y no de acuerdo a las tendencias destructivas del mundo.
El Espíritu Santo anhela morar en su interior, Él desea ser su mejor amigo, compañero y especial consejero.
Pero debe entender algo: “el Espíritu Santo no es algo, es alguien”. Él quiere hablarle y consolarlo, por tanto, usted debe considerarlo como tal.
Si Dios envió su Espíritu a la tierra, es porque sin Él es imposible que podamos caminar en la integridad de nuestros corazones y mucho menos, ser salvos.
Quizá hoy deba tomar una decisión importante en su vida. Pues bien, quiero retarlo para que haga un alto en su agitada carrera y le pregunte al Espíritu Santo cuál es su voluntad. Estoy seguro de que Él le hablará, y lo guiará para que haga la buena, agradable y perfecta voluntad del Padre.
Una relación constante con el Espíritu Santo, lo cambia todo. Tal vez crea que no es lo suficientemente espiritual para tener la presencia de Dios en su vida, pero la buena noticia es que Dios quiere ayudarlo a convertirse en una persona realmente espiritual.
Los primeros cristianos, una vez entregaron sus vidas a Jesús, recibieron un gran regalo de Dios: el poder del Espíritu Santo. Eso significa que así como fue indispensable en sus vidas, también lo es en la suya.
Qué tal si en este día, pide la presencia del Espíritu Santo; o quizá, pide por su reconciliación con Él porque lo ha contristado.
El salmista dijo: “no quites de mí tu santo Espíritu”. David estaba dispuesto a perder cualquier cosa en la vida. Estaba preparado, incluso, para abandonar el trono de ser preciso. Sin embargo, él no estaba dispuesto a perder la presencia del Espíritu Santo en su vida. El precisaba del Espíritu Santo; esa era realmente su plenitud. ¿Cuál es la suya?
Confíe en esto: su plenitud está en la presencia de Dios. Solo el Espíritu de Dios, activo y operando en su interior, lo harán verdaderamente feliz.
Con amor, su servidor.