No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? 2 Corintios 6:14
Cuidar sus relaciones de amistad no es un asunto menor. Todo lo contrario, debe constituirse en una de sus principales metas.
Hace algún tiempo preparé una prédica cuyo título fue: Las amistades y las matemáticas. En esencia, lo que intenté explicar fue cómo las matemáticas y las amistades comparten cierta similitud.
Están las amistades que suman, las que restan, las que multiplican y las que dividen. Todas y cada una tienen sus propios efectos.
Las amistades que suman son aquellas que nos ayudan a crecer. A través de ellas recibimos importantes lecciones y a su paso por nuestra vida, se encargan de ayudarnos a crecer en nuestra fe y a ganar confianza en nosotros mismos.
Las amistades que restan, son aquellas que debilitan, atacan las buenas costumbres y cuestionan las buenas costumbres En vez de sumar alguna virtud a nuestra vida, nos quitan vuelo, visión y pasión.
Las amistades que multiplican, son aquellas que en poco tiempo transforman nuestra percepción del futuro. Nos ayudan a conectarnos con nuestro propósito y de cuando en vez nos empujan con la intención de ayudarnos a descubrir lo mucho que podemos elevarnos.
Las amistades que dividen son aquellas que nos separan de la gente que amamos o de las personas con las cuales tenemos una responsabilidad. Debilitan nuestra cercanía con las personas que realmente nos convienen. Nos dividen el corazón y luego condicionan su amistad a cambio de un beneficio personal.
Como puede ver, en las amistades también aplican las operaciones matemáticas.
No es fácil encontrar buenos amigos o socios de vida, pero sí puede resultar sencillo asociarse con las personas equivocadas.
Amado lector, sea intencional. Conéctese con las personas que lo ayudarán a ser mejor, no con aquellos que aplauden sus malas conductas y que le ayudan a esconder sus defectos o pecados.
Si es soltero o soltera, no invente, tampoco se engañe pensando que usted podrá cambiar a una persona para que sea más parecida a usted. La verdadera transformación tiene un solo origen y es el arrepentimiento. Haga sociedad con personas que tengan una buena historia de arrepentimiento.
Busque la luz en sus amistades y en sus planes de noviazgo, y si alguien que camina en tinieblas se acerca a usted, entonces comparta su luz, pero no confunda las cosas, la obra de transformación la hará el Espíritu Santo, no usted.
Con amor,
Su servidor.