Había en Cesarea un hombre llamado Cornelio, centurión de la compañía llamada la Italiana, piadoso y temeroso de Dios con toda su casa, y que hacía muchas limosnas al pueblo, y oraba a Dios siempre. Hechos 10:1-2.
El concepto de espiritualidad ha sido falseado y desdibujado. Hoy por hoy, existen muchas maneras de definir la esencia de una verdadera espiritualidad. La mayoría, pueden resultar relativas.
Para algunos, la espiritualidad se mide por las buenas obras. Para otros, se mide por el comportamiento en casa; y otros la miden por la pasión y devoción por Dios.
Pero en realidad, ¿cómo sabremos que estamos yendo en la dirección correcta y que nuestra fe está dando verdaderos frutos?
La vida de Cornelio nos ayudará a responder estas interrogantes. Consideremos las siguientes señales:
En primer lugar, la Biblia afirma que era ciudadano romano y miembro de una compañía o unidad militar. Considero que una señal importante que revela nuestra condición espiritual tiene que ver con nuestro compromiso con una causa, labor o tarea.
Más allá de que Cornelio hiciera parte del ejército romano, cabe resaltar que era un hombre que había asumido con responsabilidad una encomienda con implicaciones importantes como la sujeción, el trabajo en equipo y las sanas relaciones.
Cornelio no solo tenía una ocupación, él tenía un campo de acción, seguía lineamientos, recibía órdenes, daba resultados y cumplía con sus funciones. Creo que un creyente saludable y maduro debe asumir su vocación con excelencia.
En segundo lugar, también afirma que era piadoso y temeroso de Dios. Cornelio era un hombre de testimonio. Vivía lo que creía y, de seguro, tenía amor por Dios y por sus mandamientos.
La piedad es básicamente una palabra que traduce fe, devoción, buen carácter. Una vida piadosa, por tanto, es una vida llena de Dios, de su palabra y de su consejo.
En tercer lugar, afirma que daba muchas limosnas al pueblo. Cornelio era generoso, dadivoso y sensible a las necesidades de los demás. No hay manera de creer que era egoísta, todo lo contrario, su conducta apunta a que disfrutaba compartir con otros lo que tenía.
Dar es una virtud de la gente espiritual. Cornelio entendió que el favor de Dios sobre su vida era suficiente y que su compromiso consistía en ayudar y no en explotar a otros. A pesar de que él mismo servía a la “fuerza opresora del Estado”, resolvió dar de sus propios recursos a quien lo necesitaba.
En cuarto lugar, afirma que oraba siempre. Cornelio era un hombre de oración. Sabemos que aquel que ora, desarrolla un carácter humilde y cultiva en su mente los pensamientos de Dios.
A pesar de las conexiones de poder de las que él gozaba, Cornelio priorizó la relación más importante de todas: su relación con Dios. Ahora bien, no solo dice el texto que él oraba, sino que “oraba siempre”.
Las oraciones de Cornelio no eran temporales, eran constantes, eran parte de su vida. Él no oraba por necesidad, oraba por convicción y deleite.
Amado lector, considere las virtudes de este gentil e imítelas.