Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu. Juan 19:30
Una de las increíbles capacidades de Jesús fue la de mantenerse dirigiéndose al blanco. Su vida nunca se salió de carril. Ni una sola vez lo encontramos caminando por el lado equivocado de la pista.
No tenía dinero, ni computadoras, ni aviones a reacción, ni ayudantes administrativos; sin embargo, Jesús hizo lo que muchos de nosotros no hacemos. Mantuvo su vida en curso.
Al mirar Jesús por el horizonte hacia el futuro, podía ver muchos blancos. Muchas banderolas ondeaban al viento, y podía dirigirse a cada una de ellas.
Podía haber sido un revolucionario político. Podía haber sido un líder nacional. Podía haberse contentado con ser un maestro y educar sus mentes, o ser un médico y sanar cuerpos. Pero al final escogió ser el Salvador y salvar almas.
Cualquiera que estuvo cerca de Cristo por un poco de tiempo oyó del propio Jesús: “el hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”. “El hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos”.
El corazón de Cristo estaba enfocado indefectiblemente en una tarea. El día en que dejó la carpintería de Nazaret tenía un último objetivo: la cruz del Calvario. Se concentró tanto que sus palabras fueron: “consumado es”.
¿Cómo pudo Jesús decir que había concluido? Todavía había gente con hambre a quienes alimentar, enfermos que sanar, gente que no sabía a la que había que enseñarle y gente sin cariño a la cual amar.
¿Cómo podía decir que había concluido? Sencillo. Había completado la tarea designada. Su misión estaba cumplida. El pintor podía poner a un lado su pincel, el escultor su cincel, el escritor su pluma. El trabajo estaba hecho.
¿No le encantaría poder decir lo mismo? ¿No le encantaría poder mirar retrospectivamente su vida y saber que ha hecho lo que fue llamado a hacer?
No se distraiga, hay muchas cosas que usted podría hacer, pero Dios lo llamó a hacer solo una.
¡Bendiciones!