El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama. Lucas 11:23
Un verdadero cristiano tiene como socio permanente a Jesús. La amistad más importante e influyente en su vida es la de Jesús.
Su vida social no es un paralelo de su vida espiritual; todo lo contrario, es una proyección continua de sus profundas convicciones cristianas.
Se esfuerza por presentarse radical y auténtico ante los asuntos que los tibios espirituales definen como naturales.
No valora un triunfo obtenido, a menos que en él pueda hallar el rastro de una amistad viva y fiel con el Señor.
Entiende que el éxito de este mundo no es suficiente cuando triunfamos solos. A decir verdad, todo éxito será inútil, porque a la larga, sin el sello de Dios, dejará de ser un motivo de satisfacción y tarde o temprano se tornará amargo.
El éxito que llena y satisface es aquel que alcanzamos mientras Dios nos sostiene con su diestra. La cima es tentadora, pero créame, usted no querrá subir a ella si Dios mismo no es quien lo guía hasta la cúspide.
Por lo tanto, amado lector, todo aquel que se gloría de sus capacidades, un día tendrá que reconocer que sus debilidades e incapacidades superan el grueso de su inteligencia.
En cambio, el hombre simple que se mueve con la seguridad que le provee la gracia de Dios, escalará tan alto, como Dios así lo prefiera.
Construya, pero hágalo con Dios. Prospere, pero hágalo con Dios. Avance, pero hágalo con Dios.
Únase a Jesús. Profundice su amistad con Él y por ninguna razón considere la idea de apartarse. Los recursos de este mundo son limitados, pero si vienen de la mano de Dios, le aseguro que no le faltarán.
No pierda tiempo. Si va a emprender, hágalo con el respaldo de Dios, pero nunca olvide que nada de lo que pueda ganar sacrificando su amistad con Dios, valdrá la pena.
¡Bendecido día!