Bendeciré a Jehová en todo tiempo; su alabanza estará de continuo en mi boca. Salmo 34:1
Bendecir el nombre del Señor es una valiosa expresión espiritual que ha perdurado durante siglos en el corazón de la fe cristiana. En esencia, consiste en reconocer las extraordinarias virtudes de Dios, o en agradecerle por todos los beneficios que hemos recibido.
A pesar de sus importantes beneficios, con frecuencia, reemplazamos la alabanza por la queja. En lugar de reconocer la benevolencia del Señor, con facilidad manifestamos constantes reclamos por no recibir lo que esperamos.
Las Escrituras nos instan a bendecir al Señor en todo tiempo. La acción de bendecir al Señor no depende del tiempo o de las circunstancias, sino de la calidad del corazón de los fieles.
Al pasar por momentos de dificultad o de alegría, un creyente siempre debería mantener una humilde disposición para bendecir al Señor con palabras de gratitud u honra.
Lo cierto es que nuestros cambios emocionales nos predisponen a la queja. Y aunque no debería ser así, es un hecho que lo que decimos con nuestros labios es el fiel reflejo de lo que guardamos en el corazón.
Amado lector, hoy lo quiero animar para que haga un inventario de todo lo que ha recibido del Señor. Comience por el perdón de pecados, luego incluya su salvación. Déle una mirada a los regalos materiales que le han sido confiados y, finalmente, asegúrese de valorar la vida que tiene. Si lo hace, le aseguro que la alabanza brotará.
Libérese de la queja y la maledicencia. Aprenda un lenguaje nuevo en el que suprima de él las palabras ofensivas. Reemplácelas por palabras de alabanza para Dios. Siéntase libre para declarar su amor al Señor.
No permita que una circunstancia rompa su unidad con el Espíritu Santo. Nutra su comunión con Dios, poniendo alabanza en sus labios y bendiciones para Él en vez de frustraciones que ahogan la esperanza.
¡Bendecido día!