De más estima es el buen nombre que las muchas riquezas, y la buena fama más que la plata y el oro. Proverbios 22:1
La buena reputación tiene un precio: la integridad. Se puede perder mucho con una acción necia o tonta, pero podría ganar más de lo que imagina con una conducta intachable.
Amado lector, tiene usted un bien en extremo costoso; le diré cuál es: su buen nombre. De todas las riquezas, tesoros o bienes materiales que posee, hay uno que los supera sobremanera, la buena fama.
Si usted es de aquellas personas que argumentan no interesarle lo que otros piensan, lo único que le pediría es que aclare su mente y reconozca que un buen testimonio es parte de su responsabilidad cristiana.
Como consejo le diré que interprete la vida a la luz de las riquezas. Si los tesoros de este mundo son su brújula, le aseguro que terminará perdido en el extenso bosque de la frustración y desubicado en las costas de la decepción.
El buen nombre abre puertas que las riquezas jamás abrirían. Si tiene el respeto de su familia, amigos y hermanos en la fe, siéntase privilegiado y valore ese maravilloso regalo.
Cuide la confianza que otros le han manifestado. Tómense en serio su labor como padre, hijo o hermano. Sea buen esposo, sea buena esposa. No permita que una locura momentánea eche a perder toda una vida de esfuerzo y dedicación.
Luche contra sus deseos pecaminosos. Vaya a la presencia de Dios y pídale de nuevo que limpie su corazón y que lave su mente para que así pueda resolver cuanto antes esa lucha constante que le impide disfrutar de las cosas que en verdad valen la pena.
Por estas fechas llegarán hasta su puerta ofertas tentadoras. Mi consejo es que no pierda el enfoque; celebre, pero hágalo sin olvidar quién es usted ahora y sobre qué roca están sus pies.
Recuerde que su vida debe reflejar la luz de Cristo y sus buenas acciones deben llevar siempre el condimento de su fe.
Guarde su testimonio, conserve su buena reputación.
Con amor fraternal, su servidor.