Tu trono, oh Dios, permanece por siempre y para siempre. Tú gobiernas con un cetro de justicia. Salmos 45:6. (NTV)
Mientras el Santo y Glorioso Salvador permanezca en su trono, usted podrá contar con todas las garantías de la redención.
Mientras el Salvador se mantenga en su santo e imponente lugar, podrá mantener la esperanza de ser sanado y de ser provisto con toda bendición celestial y terrenal.
Si el Señor permanece aún a la diestra de Dios, entonces crea que su matrimonio aún tiene posibilidades para convertirse en una grandiosa unión con propósito, virtudes inigualables y lleno de la paz que tanto anhela.
Note algo. Satanás no pudo perpetrar el trono de Dios. Eso significa entonces que usted, amado y humilde cristiano, goza del más grande esquema de seguridad espiritual.
Alguien lo observa desde arriba, lo cuida de cerca, le cuida su espalda; en definitiva, usted es un protegido de Dios.
No tema, el trono de Dios no está en disputa, Dios es su dueño y allí permanecerá, y mientras se mantenga en él, el decreto mediante el cual Él mismo lo declaró inocente seguirá vigente.
¡Amado lector, Dios aún está en su trono! Su incredulidad quizá le haga dudar del gran poder de Dios y de su infinito amor, pero hoy quiero aconsejarle que en el reposo de su espíritu y la tranquilidad de su alma observe con sus ojos espirituales al Gran Dios, a su Hijo a su diestra y a los ángeles sirviéndoles.
Cambie esa visión natural y a veces mundana, y asuma en su lugar una visión espiritual correcta. Vea más allá, no pierda la perspectiva real de las cosas; el mundo espiritual es más real de lo que pudiera creer o imaginar.
Dios está en su trono, y mientras así sea, contará con el poder del Espíritu para vencer las tentaciones, huir del pecado y enfrentar las tinieblas cuando estas estorben su camino.
¡Reaccione! Dios está sentado en su trono. ¿De qué teme entonces? Su soberanía sigue intacta; por tanto, puede confiarle sus caminos. Le aseguro que Dios mismo se encargará de guiarlo por sendas de bendición, librándolo de la destrucción y de pérdidas que podría lamentar.
Dios está en su trono; por lo tanto, su ministerio, amado siervo de Dios, no será destruido; por el contrario, el Gran Juez está de su lado y cuenta con su diestra que le ayudará a recobrar ánimo cuando lo necesite.
Quizá usted hoy se encuentra en una sala de urgencias, o quizá, en el encierro de su habitación, abrumado, triste y en plena confusión, encadenado por el miedo o acechado por demonios. Nunca olvide que Dios no abandonará su trono; solo a Él le pertenece.
¡Bendecido día!

