Olvídese de la retaliación

Escrito el 11/12/2025
Pr. Gustavo A. Muñoz L.


No digas: Yo me vengaré; espera a Jehová, y él te salvará. Proverbios 20:22


A veces quiero “sacarme el clavo”, pero me encuentro con este texto bíblico y se me pasa (risas).

Seamos honestos. En ocasiones quisiéramos darle una lección a esa persona que nos faltó al respeto o que nos ofendió.

Con frecuencia, sentirnos tentados a pagar con la misma moneda que recibimos puede convertirse en una oferta irresistible. Sin embargo, tal acción se opone radicalmente a las enseñanzas de Jesús.

Dicho de otro modo, la venganza es un enemigo de la ley del amor que a su vez resiste el valioso hábito de perdonar. Por esa razón, Dios no aprueba la venganza.

La venganza se ha impuesto en escenarios de guerras entre naciones, pero aparece dosificada en la vida cotidiana en medio de circunstancias que consideramos menores.

A diario podríamos enfrentar el mal carácter de otros, o la altanería de alguien que nos cuesta tolerar.

En cualquier circunstancia, debemos recordar que el deseo de venganza es una clara evidencia de que nuestras convicciones espirituales no están alineadas con la verdad de la Palabra de Dios.

Amado lector, el consejo de hoy es sencillo, pero le ayudará. No admita el deseo de venganza, no caiga en el destructivo juego de “sacarse el clavo”. 

En cambio, permita que sea Dios quien lo salve de esa situación injusta que le genera enojo o ira. 

Espere al Señor; mientras tanto, no pierda el control. 

Las ventajas de pensar y actuar así, a mi parecer, son varias: 

En primer lugar, usted asumirá los conflictos o diferencias con otras personas con altura y de forma madura. 

En segundo lugar, comprobará que no hay razón para darle trascendencia a los impases que pudiera tener con los demás.

En tercer lugar, le resultará mucho más fácil darle lugar al perdón y a la reconciliación.

Como un consejo personal le diré: no se tome en serio las ofensas. No permita que su corazón se le dañe porque alguien no respondió su mensaje en redes. Si usted pierde su paz por eso, también la perderá cuando Dios tarde en responderle. 

¡Bendecido día!